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Simetría y Mandalidades

En el estudio de la historia y en el examen de los mandalas de la tradición, no se aprecia un excesivo rigor en la aparición de formas simétricas, no parece insistirse especialmente en el concepto de Simetría de una forma explícita, con lo cual podemos decir que la Simetría Geométrica no es requisito para la condición de “mandala”, y mucho menos aún (opino) para la de yantra. Esto no quita la presencia de una "simetría implícita" muy marcada que en mi opinión sincera quisiera destacar como un rasgo fundamental de las creaciones mandálicas, o mandalidades, que es el término que prefiero utilizar. Creo que el concepto de Simetría puede ser muy fecundo en nuestro contexto y clave para entender un poco más la fuerza misteriosa del Mandala tradicional y de las Mandalidades.

Cuando algo experimenta una transformación y el resultado resulta similar al estado original de ese algo, es cuando se habla de que tal cosa tiene simetría. Esto nos puede servir como primera descripción del fenómeno de la simetría, aunque trataremos de desarrollarlo e ilustrarlo mejor. Por ejemplo: colocando cualquier objeto delante de un espejo se forma una imagen en éste; si la observamos apreciaremos una notable equivalencia entre el objeto real y el objeto que vemos reflejado; es cierto que uno es real y el otro es una imagen del real, pero independientemente de esto vemos “dos objetos”, y distintos, pues hay diferencias (sobre derecha e izquierda), pero con notables semejanzas; entre ambos objetos hay simetría, y podemos decir que el acto de “poner el objeto real delante del espejo” da lugar a una “transformación” de simetría, con características concretas y distintas a otras situaciones, pero estamos ante una situación en la que hay simetría.

Pues bien, esta es una idea inicial de un concepto muy estudiado y desarrollado por la matemática, sin que por ello deje de ser accesible a todo el mundo. Si tomamos una figura cualquiera, como un triángulo o un cuadrado, por ejemplo, y lo hacemos “rotar” entorno a un punto cualquiera de su interior, veremos como la figura cambia su orientación pero no su forma, pues esta acción de rotación del objeto no varía la longitud de sus lados ni ninguno de sus ángulos; podemos decir que “se mantiene invariable”, salvo por el cambio de orientación. Esta rotación ha sido lo que se llama una “transformación de simetría”, siendo ésta sólo una de las infinitas posibilidades que podemos también imaginar, correspondientes a tantas como ángulos queramos rotar la figura, encontrándonos con situaciones interesantes: si optamos por una vuelta completa (360 grados), la figura quedará tal como estaba al principio, no ha pasado nada, o si, pues bien ha dado una vuelta, pero el resultado es idéntico al original, y a esto se le llama “transformación identidad”, como su nombre indica.

Podemos describir muchos ejemplos más, pero no es nuestro objetivo, pues solo queremos señalar la presencia de este fenómeno en el arte mandálico. Aunque sólo uno más, muy pertinente y especialmente adecuado a lo que nos interesa: el círculo. Al rotar un círculo entorno a su centro, estaremos de acuerdo en que la figura no experimenta transformación alguna en su aspecto, giremos el ángulo que sea; ocurre que en el círculo, si rotamos entorno al centro, cualquiera de estas transformaciones es la “transformación identidad”. Notemos que cualquier figura plana, al rotar en torno a su centro geométrico, “forma” en su “barrido” sobre el plano, un círculo.

En los diseños de mandalas se suele recurrir a la repetición de un patrón, correspondiente a un dibujo, sea figurativo o abstracto, con finalidades estéticas diversas. En mi opinión, este factor de repetición de un mismo motivo es esencial en el atractivo del mandala; habitualmente se emplean patrones que repiten el motivo cuatro veces, sea una ramas, una hoja, los pétalos de una flor, etc, probablemente por cierta inercia de la tradición mandálica y también porque resulta quizás más sencillo dividir en cuatro partes iguales un espacio en blanco para dibujar, en lugar de hacerlo en cinco, por ejemplo. Sea como sea este hecho tiene una traducción geométrica que se llama simetría: el motivo repetido se desplaza, por rotación entorno al centro, sin variar sus formas, manteniendo distancias con sus vecinos, un orden que proporciona armonía y atractivo visual al diseño. Y esto es Simetría.

Porqué menciono la simetría con interés en este contexto?, por varias cosas, unas para corroborar la costumbre en los diseños mandálicos y otros para relativizarla. Como hemos dicho, el patrón de repetición cuatro, o patrón cuadrangular, como se desee decir, es habitual en la tradición; este es un hecho remarcable pero superficial, es una simetría simplemente visual.

El mandala, en su origen, mantiene relaciones con el arte sagrado, una concreción del cual es la arquitectura de las Estupas budistas, construcciones de diversos tamaños que, como tantas otras, se erigen debidamente orientadas según los puntos cardinales; se trata de representaciones tridimensionales del sendero hacia la iluminación del espíritu. En su interior se guardan escrituras y reliquias, en su exterior suelen llenarse de imágenes y simbolismo religioso. No podemos ser exactos en esto, pero se puede defender que una estupa es algún tipo de mandala tridimensional, cuya estructura guarda relaciones de simetría entre sus partes, y la referencia es el eje vertical en torno al cual se ordena la construcción; podemos concluir de ello, sin gran rigor tampoco, que un mandala (o un yantra dado el caso) es la imagen de la estupa vista desde su cúspide y plasmada en una imagen, como un plano o mapa. Esto son posibles lecturas de los hechos que se dan en la literatura mandálica y simbológica, pero no son universales.

He mencionado las estupas para ilustrar en algo más la presencia habitual del factor de repetición cuatro en los mandalas, dado que probablemente proviene de este tipo de relaciones con otras artes; se destaca desde la antigüedad la importancia de la orientación en todo tipo de ritual religioso, entre lo que se incluye la misma delimitación de lo que ha ser un espacio sagrado y también la construcción física en el lugar; la orientación se establece pues antes de la construcción y, naturalmente se mantiene. Esto es más sencillo en la elaboración de una obra de arte de tamaño reducido, movible y transportable, como un mandala o un yantra, y la simetría cuadrangular es una muestra de ello, es una muestra permanente que queda en el objeto y que alude a esta realidad; si un yantra (como ejemplo es más apropiado) se utilizaba en algún tipo de ritual o para la ejecución de cierto cometido, bastaba con orientarlo según la geografía del lugar. Lo que hay de relativo aquí es que por simple naturaleza, las cuatro direcciones cardinales son tales porque son diferentes, no son en absoluto equivalentes, como demuestra la medida en la dirección del campo magnético terrestre o los movimientos solares; en cambio su representación gráfica sí les confiere equivalencia, sí las muestra iguales ante los ojos, algo en lo que diría que todos apreciamos belleza y armonía.

Elucubrar es fácil, pero no por ello debemos dejar de argumentarlo en lo posible; pienso que el patrón cuadrangular abunda en la tradición por los motivos expuestos, y en la actualidad, en el quehacer personal, resulta fácil también partir de patrones cuadrados o bien redondos con un patrón cuadrangular en su interior; a partir de esto se logran otras formas y diseños que dan lugar a posibilidades infinitas de arte mandálico, de mandalidades. Sin embargo, a día de hoy no es difícil tampoco proponerse la elaboración de arte mandálico siguiendo patrones de repetición tres, cinco, siete, etc, todo dependerá del esmero en el manejo de los ángulos y del tamaño del mandala. Cualquiera puede comprobar que en los numerosos libros sobre mandalas que van saliendo al mercado, la presencia del factor de repetición cuatro (y también dos) es muy abundante; y curiosamente el seis (y también el tres, aunque poco); otros números son muy poco habituales. En la elección editorial de diseños, probablemente se tiende a los que se evalúan más atractivos para el lector (“coloreador”), y que a poder ser no agoten la paciencia en el trabajo de colorear, destinada a proporcionar relajación y bienestar, en soledad o en compañía, y también el cultivo de la paciencia (algo a considerar).

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Al igual que la frontera entre Mandala y Yantra puede ser ambigua desde el punto de vista geométrico, y hay que buscar las diferencias y distancias en los usos y concepciones tradicionales de uno y otro (que bien se funden en su origen), podemos decir lo mismo respecto al par mandala-mandalidad, pues la simple presencia o ausencia de círculo exterior no creo sea suficiente para diferenciarlos. Para argumentarlo mencionaré que entre los diseños mandálicos modernos de la literatura los hay que sólo tienen de mandala el círculo exterior, poblado en el interior de uno o varios dibujos o motivos diversos, sin disposición simétrica ni repeticiones fácilmente apreciables; no por ello vamos a dejar de llamar a estos diseños “Mandalas”, pues el término significa círculo, con lo cual ahí están, como tampoco quisiera que esto se entendiera como una crítica hacia ningún trabajo ajeno, porque no lo es ni pretende serlo.

Con respecto a la ambigüedad mencionada en el párrafo anterior, también quisiera argumentar, porque así es como lo comprendo sinceramente, que la mandalidad de un diseño puede ser más o menos manifiesta e incluso oculta, sin cultivar con ello una licencia artística que derive en arbitrariedad, como tampoco caer por ello en un oportunismo para que “todo valga”. Me refiero a que el “patrón” que da simetría u orden de uno u otro tipo a un diseño puede no ser visualmente perceptible de entrada, por tratarse de algún juego de proporciones u orden numérico sólo conocido por el artista, algún tipo de mensaje a interpretar, u otros (siempre) patrones. Lo que debe haber, creo yo, es “patrón”, es “orden”, una vibración específica del objeto creado y que la distingue del Caos. Con ello enlazamos ideas con los mismos orígenes del arte mandálico en tanto que mapa del universo, representante del cosmos, símbolo, o fuerzas naturales invocadas en los yantras. En esta línea está también la misma ciencia: la matemática ha estudiado y refinado sus conclusiones respecto a la simetría de los entes (geométricos o no), resultados de los que se sirve la moderna ciencia física en la descripción de los constituyentes del universo.

En efecto, respecto a las partículas elementales y sus fenómenos asociados se habla de Simetría, se habla de conservación de ciertas cantidades y ciertas propiedades (presentar simetría, como hemos visto en los ejemplos, es “conservar” algo en cierta manera), se habla de Conocimiento pues, se habla de descripción de la Realidad y del Universo; también se habla, y cada día más en la literatura de divulgación científica, de Elegancia y de Belleza, así como de Simplicidad, algo con cierta “dosis de novedad” añadido a los ya clásicos términos de la física como "leyes" o "patrones cognoscibles", una visión de las cosas que empezó en Occidente a gestarse en el pensamiento de la antigua Grecia. También la ciencia matemático-física ha llegado a cierto éxito desvelando “orden” en los sistemas caóticos, ha dado con patrones realmente abstractos en el sentido de “no visuales”, ocultos tras las apariencias.

Lejos de un acto de “repetición” sordo, hay que comprender también la Simetría como una Resonancia, que es una relación de sintonía, es empatía, es “encajar” distintas cosas en una sinergia que no simple adición, un hecho natural. Que dos entes naturales sean o se muestren “iguales”, como dos hojas, dos flores, dos electrones, dos cristales, o las paradigmáticas “dos gotas de agua” es, lejos de lo corriente o vulgar sugerido por la experiencia que todos tenemos, si lo pensamos bien, Extraordinario. La cultura moderna nos ha hecho perder aprecio por la reproducción de patrones, dado que adquirimos artículos que se fabrican en serie y los vemos iguales (dos platos, dos vasos, dos pares de zapatos, ...); ello es posible desde hace un cierto tiempo, pero antaño la reproducción e imitación de cosas eran un reto mucho mayor de lo que imaginamos. El reto de la imitación sigue siendo tal para los ingenieros, encargados de diseñar la manera de hacer que dos latas sean iguales, por ejemplo, pero esto pasa a un segundo plano de atención cuando el producto se hace accesible a todo el mundo. La mandalidad nos hace cultivar la simetría, un valor que, aunque de manera intangible, vibracionalmente, nos puede acercar a esta capacidad de la naturaleza para reproducir entes, un hecho notable donde los haya e imposible de alcanzar por la mano del ser humano.

Si con todo ello, de alguna manera, “volvemos a lo mismo” en una vuelta a ideas y observaciones básicas, sólo que vistas desde prismas nuevos, quizás estamos experimentando una “transformación de simetría” entre la Tradición Mandálica y la Actualidad Mandálica, dos órdenes de los que pienso que se puede hablar con la propiedad de referirnos a puntos de vista reales y diferenciados en el entendimiento del fenómeno Mandala y de la Mandalidad; en este caso estamos ante la revelación de un Orden que repite su "Información permanente", un Mensaje Arquetípico en cada una de sus manifestaciones, sean los mandalas de ayer (tradición), sean los mandalas (o mandalidades) de hoy.

Artículo de Dan Varllej
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"Simetría y Mandalidades"
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