Actualmente los Principios Huna se entienden como siete planteamientos desarrollados en las distintas exposiciones sistemáticas destinadas a la difusión escrita de las antiguas filosofía y cultura hawaiana. Un desarrollo particular de éstos principios conduce a los conocidos como Principios Ho’oponopono y también se pueden apreciar rasgos comunes con los conocidos principios de Hermes, recogidos en el Kybalión.
A continuación presentamos los principios Huna en la misma línea expositiva de Serge Kahili King, que es como se suelen encontrar también en textos de la literatura Ho’oponopono. Cada principio se concreta aforísticamente en un enunciado del que se da aquí una versión propia, equivalente a todas las que se encuentran en otras exposiciones. También damos de cada principio una versión personal de un proverbio de la tradición hawaiana, asociado por Serge Kahili King para cada caso. La razón de “reformular” (si cabe, en algo) enunciados y proverbios es, en parte, reflejar en algo que estas “sentencias”, “axiomas” o “aforismos” merecen consideración y ser objeto de reflexión personal por parte del lector. Probablemente en Ho’oponopono más que en otros ámbitos (relativamente), nos encontramos ante “puntos de partida” con un contenido dinámico adicional con respeto al frío y rígido concepto de “ley” al que en muchas ocasiones se hace referencia a tenor de distintos temas, con lo cual no está de más hacer honor a esta circunstancia natural poniendo “nuestros propios acentos”, por pequeños e incluso irrelevantes que se puedan considerar, dado que en cualquier caso hacen referencia a lo mismo.
Enunciado occidental: El Mundo es aquello que cada cual piensa o cree que es.
Proverbio asociado: Una única Escuela jamás provee de todo el Conocimiento.
Significado del nombre: “Ike” significa “percibir”, “tener conciencia” (de algo) y términos equivalentes.
Damos por sentado que con “Mundo” nos estamos refiriendo a toda la Realidad, y este principio nos dice que esta realidad es tal en función de lo que pensamos, lo cual implica que todas nuestras opiniones y sentimientos (sobre lo que sea), las intenciones y deseos que albergamos, las creencias, dogmas y costumbres, se combinan para crear, generar y moldear lo que percibimos como realidad.
Por otra parte, también puede concebirse la posibilidad, no contradictoria con el enunciado, de que todas las realidades posibles, universos “pensados” por cada cual, sean compatibles, sean nada más que facetas o aspectos de algo único y tan grande como imposible de abarcar para un solo “pensante”, teoría defendible en la historia del progreso; en este sentido nuestra realidad podría ser una cara del intrincado, complejo e inmenso poliedro que representaría la realidad o universo. De esto último se podría argumentar que lo que percibo como “los demás” son simplemente “creaciones” de la mente, a lo que debemos responder que 1: no por ello son menos reales (están en mi realidad), y 2: el enunciado habla de “quien piensa”, y si sólo hubiera un pensante sólo habría una realidad y no tendría sentido distinguirla de otras posibles. Con lo cual: si en mi realidad una piedra existe en el lecho del río, los demás también existen sin problema adicional al respecto.
Es indudable la conexión de Ike con el principio de Mentalismo de la Tradición Hermética, célebremente expuesto en el polémico libro Kybalión. Según esta tradición, el Universo es un ente mental, una idea perfectamente afín a nuestro principio Ike. En ambos casos es la información o la calidad de lo que la mente gestiona lo que genera la realidad, y en ello se apoyan diversos planteamientos del desarrollo personal, así como en general del bienestar y trabajo de la actitud positiva. Ho’oponopono es un camino procedimental en este sentido, con características propias que lo han hecho atractivo y sencillo, sin ser el único no obstante.
Enunciado occidental: Todo ente carece de límites.
Proverbio asociado: Todas las colinas son posibles de culminar.
Significado del nombre: “Kala” significa “liberar”, “desprender” y términos equivalentes; y en la línea de éstos también significa “perdonar”.
Es posible que este sea el más genérico y abstracto de los siete principios Huna. El doctor Len y Joe Vitale hicieron especialmente célebre este enunciado con la publicación del libro “Cero Límites”. Examinando detenidamente este principio vemos que la palabra “límites” puede extenderse al más amplio elenco de significados, y así es como adquiere este planteamiento sus más trascendentes consecuencias filosóficas.
“Límite” puede hacer referencia a “frontera” y “separación”, con lo cual entendemos que tales cosas no existen en realidad, no sólo físicamente si no conceptualmente: la realidad carece de líneas donde terminan unos objetos y aparecen otros; y lo que es más: la realidad carece de distinciones entre unos significados (de “lo que sea”) o referencias (a “lo que sea”) y otros. Esto significa que al final de todo conocimiento todo es lo mismo, todo es “Unidad”.
En otro sentido, lo anterior también puede extenderse a la “capacidad de acción” de las cosas (de todos los entes), en el sentido de “posibilidad” y/o “alcance” de los entes y sus acciones. En esta línea más abstracta, distinta en naturaleza a la del párrafo anterior (más física), deducimos a partir de este segundo axioma que nada es imposible, pues cualquier pretensión o proyecto es alcanzable al carecer de imposibilidades naturales. Y llevando esto más allá todavía (pues el enunciado no impone restricciones), deducimos también que todo tiene efecto o influencia en todo: la acción (de cualquier tipo) de cualquier ente se manifiesta en todos los demás entes de la realidad, lo sepamos nosotros, notemos, percibamos, ..., o no.
Una de las consecuencias más trascendentes de este principio es su aplicación a nuestras acciones en todas sus formas, pues nos dice que hasta los pensamientos son acciones sin límites en cuanto a su alcance e influencia. Esto lleva indiscutiblemente a la responsabilidad, la cual, combinada con el primer principio, concluyen en el principio ho’oponopono de total responsabilidad.
Al margen de la naturaleza filosófica de este segundo principio de carencia de límites, la ciencia ha revelado con claridad la verdadera carencia de límites físicos definidos entres los objetos, incluso sorprende la vacuidad de la materia según revela el conocimiento del átomo. La ciencia también nos habla de acciones de alcance potencial y conceptualmente infinito, como la gravedad, y de la presencia de cantidades infinitas en contextos donde la intuición jamás lo encontraría. Se trata de cosas que indudablemente hacen pensar que este principio nos lleva más allá de lo comúnmente conocido, y que los antiguos kahunas transmitían un conocimiento quizás más importante de lo sospechado en un principio.
Este principio también ilustra y referencia en algo al primero, pues ante la carencia de límites hay que admitir que la realidad interior que experimentamos cada cual, y la realidad exterior que suponemos distinta y separada de nosotros, deben ser lo mismo o parte de lo mismo, lo que derrumba barreras entre “uno mismo” y “el universo” (o realidad); de alguna forma se trata de considerar una existencia en la que tomamos parte como autores o creadores.
Enunciado occidental: La energía se dirige hacia el ente de atención.
Proverbio asociado: Cántico que siempre seduce.
Significado del nombre: “Makia” significa “propósito”, “aspiración”, “objetivo”, “meta” y términos equivalentes, así como “concentración”.
De la misma manera que las ideas o proyectos que desatendemos, olvidamos o desechamos, tienden a mermar, desaparecer e imposibilitarse, según el tercer principio Huna esta tendencia es natural en todos los ámbitos de la existencia, pues según nos revela, la atención es la clave o detonante que “anima” o “activa” la realización y materialización tangible de los sucesos, según el “contenido” y “calidad” de los pensamientos de los que nos habla el primer principio Huna.
La energía o intensidad con que se ve “alimentado” el objeto de atención depende de la naturaleza de la atención que recibe, lo que “explica” que unos sucesos se manifiesten en la realidad con mayor importancia en unos casos, en unos momentos, y menos en otros. Combinando la enseñanza de este principio con el primero, podemos deducir que “lo que pensamos” genera “lo que vivimos” de manera especialmente impresa en aquellas cosas en las que ponemos atención más sincera, como son nuestros deseos y proyectos, pero también en nuestros problemas, miedos o inseguridades.
El problema está en que tanto la “calidad” como el “contenido” mental toma de varias contribuciones, que son la información o pensamiento consciente y también la parte inconsciente y/o menos consciente: vacilaciones frecuentes con las que cambiamos ideas e imágenes sobre nuestras opiniones, proyectos y conocimientos, también detalles sobre cifras, tiempos y condiciones, por ejemplo, en los que contextualizamos nuestros deseos y necesidades. La mezcolanza de posibilidades que puede llegar a generar tal cantidad de variables en lo que a nuestros planteamientos, propósitos e incluso creencias se refiere, se “proyecta”, según afinidad o naturaleza, en aquello donde se deposita nuestra atención, ya que según el segundo principio, la carencia de límites hace que cualquier cosa, incluso la información, influya de manera natural en todo lo demás, pero cabe pensar que más aún en ciertas cosas que en otras, en tanto que el acto de atención establece un punto o rango de incidencia concreto, aunque solo sea por un instante.
Un símil físico nos puede ayudar: una barca avanza por un estanque hacia una isleta; en su flotación sobre el agua, ondas balísticas se desplazan por la superficie del agua y llegan a todos los puntos del estanque, pero la barca sólo llega a la isleta. El conjunto es un mismo fenómeno que es el desplazamiento de un objeto sobre el agua, y en ello toda la superficie del estanque se ve afectada por ello, pero la “finalidad” es que la barca llegue a la isleta, con lo que “la atención” se concede a un solo lugar (la isleta).
Otra ilustración, más filosófica, del fenómeno de atención y que nos puede ser de ayuda conceptual, se encuentra entre las consideraciones de Gastón Saint-Pierre, teórico y gran divulgador de la Técnica Metamórfica. En su novedoso trabajo sobre los Principios Universales de Hermes Trismegisto en relación a la Técnica Metamórfica, él define la “atención” como la adición de los actos de “percepción” simple (recepción de la información relativa al objeto, concepto, etc) y “conciencia” de lo percibido. En mi opinión su desarrollo del trabajo mencionado se alinea notablemente con el contenido de este principio. Según Saint-Pierre, la atención sincera, desnuda de indicación alguna sobre lo que debe ser o lo que debe suceder al ente de atención, activa o despierta, por decirlo de alguna manera, su transformación natural en base a sus propias energías; en este sentido la atención sirve para transformar las cosas desde su propio interior y según su propia naturaleza, transformación completamente ajena a la información que maneja el observador, o sea nosotros en este caso. Esta manera de concebir el fenómeno de atención es la que se alinea con los planteamientos ho’oponopono, pues su puesta en práctica debe ser ajena a propósitos e intenciones concretas.
Enunciado occidental: El Poder reside siempre en el Presente.
Proverbio asociado: “Procede”, ahora mismo!.
Significado del nombre: “Manawa” posee dos líneas de significados muy diferenciadas, representadas por los términos “tiempo” y “sentimiento”.
Al parecer, y a diferencia del pensamiento occidental, el pensamiento hawaiano antiguo concede una especial relevancia al presente como singular depositario de toda la historia. En cierta manera podemos ver este cuarto principio como una consecuencia o deducción del segundo (Kala) aplicado a la noción del tiempo, pues al revelarnos la inexistencia de límites en toda la realidad nos lleva a la “fusión” de pasado-presente-futuro, ya que las fronteras o separaciones entre estos tres conceptos no existen en realidad.
Como consecuencia de esto, cabe pensar que nos encontramos en algo así como un “continuo presente”, o que el tiempo en realidad no existe en absoluto. En nuestro plano práctico y cotidiano, es difícil decidir qué hacer con lo que estamos diciendo o cómo actuar en consecuencia, pero recordemos que estamos en un contexto filosófico, y lo importante en un principio es la comprensión de un conocimiento. Como acercamiento “tangible”, si cabe, a tal consideración de las cosas, repararemos en que pasado y futuro son (estrictamente) inaccesibles, pues el pasado ya no puede ser alterado de ninguna forma, y en el futuro es en último término desconocido.
Filosóficamente, entender un principio como consecuencia de otro debilita su fuerza como principio o axioma “fundamental”, aunque esto es lo que acabamos de hacer con estos razonamientos. La independencia de las “verdades” que cada uno de los principios de un paradigma revelan es condición lógica para que sean considerados como tales; sin embargo, como recurso de comprensión nos sirve en esta exposición que damos del principio Manawa. También cabe pensar que tal consecuencia, en caso de ser verdaderamente tal, debe ser suficientemente importante como para “erigirse” como verdad, pilar o principio fundamental. Nuestra condición en el universo, o lo que conocemos de ella, se encuentra tan contextualizada, inmersa y por tanto condicionada por las nociones de espacio y tiempo, que probablemente sea preciso deslindar ciertas consecuencias de sus causas, dándoles la categoría de principios con pleno derecho en atención al hecho que se dirigen a nuestra comprensión, y quizás esto fue lo que hicieron los antiguos Kahunas con estos principios. Un ejemplo de lo condicionados que estamos al espacio y al tiempo y lo poco que escapamos a ello, es el largo camino andado por la ciencia (aún no concluido) en comprender las poco o nada intuitivas ni familiares relaciones entre el espacio y el tiempo, lo que se conoce como continuo espacio-tiempo, modulado por la presencia de materia según la teoría de la Relatividad General.
Este principio, pues, puede verse como una concreción de la naturaleza relativa del tiempo, algo que tardó en ser conocido por la ciencia, y también un conocimiento más profundo, como algún tipo de conexión con el Poder Creador o Divinidad, para quien se especula que el tiempo es como un continuo presente, cuya naturaleza es en esencia ajena a toda contextualización física conocida, como el tiempo y el espacio. Con el conocimiento del principio Manawa se nos hace participes en cierta forma de esta realidad, nos aproxima quizás a la Divinidad.
Si aceptamos que nada se encuentra limitado por nada, tampoco hay límites para el espacio ni para el tiempo, con lo cual no hay separación entre pasado-presente ni presente-futuro. El tiempo puede que no sea más que algo inventado por la mente o un tipo de percepción mediante la cual ordenamos las cosas. De manera parecida a como situamos las cosas en el espacio (delante detrás, arriba o abajo), puede que el tiempo simplemente responda a una organización de otro orden, diferente al del espacio pero inmerso en el ámbito físico. En realidad nos resulta más fácil desdibujar los límites físicos de las cosas, difundiéndolos en el espacio, y también nos resulta relativamente fácil desdibujar límites para el espacio, relacionándolo con la infinitud; puede que aplicar el mismo tratamiento filosófico al tiempo implique para nosotros un esfuerzo de abstracción mayor, pero parece acertado hacerlo.
Volviendo al anunciado de Manawa, respecto del pasado lo único que hay es lo que se recuerda de él, así como vestigios documentales de variada naturaleza; en definitiva del pasado solo hay “información conservada” o encontrada de una u otra manera, y nadie puede asegurar si las cosas pudieran haber llegado al mismo estado presente por otros caminos. Respecto al futuro, solo se dispone de expectativas y predicciones, lo cual también es simplemente “información”. En realidad la información de la que podamos disponer, tanto en referencia al pasado como al futuro, tampoco puede darse por exactamente fiel, tanto a lo ocurrido como a lo que pueda ocurrir, pues ambas cosas son estimaciones, opiniones, relatos, testimonios, modelizaciones y proyecciones sobre las cosas, que como sabemos, se encuentran sometidos a constantes revisiones y replanteamientos.
Lo expuesto en absoluto implica una circunstancia negativa, ni tampoco una visión fatalista de la existencia ni del conocimiento que podemos tener de las cosas; se trata de una relativización de conceptos encaminada a encontrar un nuevo enfoque de conjunto referente al tiempo. Reflexionando sobre todo ello podemos concluir, en el sentido filosófico que se destila del enunciado del cuarto principio Huna, que el presente es el único tiempo o instante en el que hay capacidad de acción, posibilidad de ejercer alguna influencia en la realidad.
Desde la perspectiva de la causalidad, tal como la ciencia la entiende, ninguna acción presente puede modificar nada del pasado, pero sí se entiende que contribuye a la “elaboración” del futuro. Lo único que se puede hacer con el pasado es modificar su efecto en el presente, lo cual se estima que influirá en el futuro. Si un recuerdo doloroso nos influye en el presente, lo hace a cada instante aunque se trate de algo que ha dejado de existir en realidad, con lo cual es el recuerdo de lo sucedido lo que nos influye hoy. Para solucionar esto lo único que se puede hacer es cambiar la relación que mantenemos con esa información del pasado que nos propicia un presente doloroso y por tanto prolonga este dolor o problema hacia el futuro. Si conseguimos detener la acción de esa información, pues los hechos ya no existen, dándonos la libertad de dejar de estar influidos por su recuerdo, hemos eliminado o “sanado” un patrón que repetía su efecto impidiendo la armonía y el orden, impidiendo quizás también que otro tipo de influencias pudieran entrar en juego, impidiendo en definitiva la evolución por estancamiento entorno a pautas e información negativa, dolorosa, ajena u obsoleta.
Del enunciado también podemos deducir que la existencia, el universo, la Divinidad, etc, nos brinda en cada momento la capacidad de actuar, influir, proceder (el “Poder”), que la oportunidad es constante (“Ahora”); aunque entendemos que ambas nociones puedan variar continuamente, las posibilidades de cambio, de mejora, de evolución y crecimiento siempre existen, nunca es necesariamente tarde para nada.
Enunciado occidental: “Amar” algo es “sentirse feliz” con ese algo.
Proverbio asociado: La Fortuna está en la expresión del Amor.
Significado del nombre: “Aloha” es probablemente la palabra con más significados y connotaciones de nuestro contexto (Ho’oponopono).
Todos los significados posibles de “Aloha” pueden englobarse con cierta generalidad en el término “Amor”, pero la tradición habla de un
conjunto muy rico de conceptos a este respecto, como “consideración”, “compartir”, “compañía”, “amabilidad”, “compasión”, “conciliar” y muchos otros.
Está claro que todos los Principios Huna son importantes, sin embargo el principio Aloha es uno de los más comentados en ciertos particulares de Ho’oponopono y ámbitos colindantes, pues su contenido, aunque claro y sencillo, se encamina en una dirección alternativa a ciertos conceptos occidentales. En efecto, este principio más que revelar una verdad oculta o desconocida nos presenta una definición práctica para la vida, nos define el Amor.
El concepto de Amor en la filosofía Huna y la cultura tradicional hawaiana parece ser algo distinto al de Occidente. En la tradición cristiana parece entenderse el Amor como un sentimiento hacia lo amado, un deseo de bien hacia ello, lo cual implica una dualidad, pues incluye implícitamente la exclusión del mal. En Huna se trata más bien de una actitud y acción hacia las personas y hacia todas las cosas, una relación con el entorno fundamentada en la Felicidad.
Dada la naturaleza definitoria del principio Aloha, en mi opinión se echa en falta también una definición de Felicidad, concepto de búsqueda y especulación desde múltiples ángulos a lo largo de toda la historia. Al no ser así es lógico pensar que si el principio no lo aclara es porque se trata de algo ya experimentado y conocido por el contexto sociocultural al que va dirigido. Para encaminar las cosas pues, atendamos a los significados de la palabra Aloha que hemos especificado junto al enunciado, con lo que creo estaremos de acuerdo en englobar lo que sea la Felicidad y también el Amor en cualquier tipo de expresión de Armonía y Paz entre las personas, pero también en cualquier otro ámbito, pues se nos ha hablado también de la inexistencia de límites.
Vistas las cosas así, el Amor viene a ser una simple aceptación sincera, así como una participación natural y fraternal, en las cosas, cualesquiera que sean las personas y las vivencias en juego, una actitud y una mirada a la vida libre de juicios. En este sentido, nuestra influencia en la realidad jamás puede resultar inarmónica, pues por la revelación del principio Ike sabemos que el pensamiento y la información que gestionamos, en base a esta actitud y mirada compasiva con la existencia, será el sustrato con el cual se generará la realidad, de lo cual solo puede surgir Paz y Armonía para el Universo.
Para seguir aclarando matices, atendamos que no sólo se trata de actuar con compasión ante situaciones adversas o ante enemigos, sino también ante las cosas que “nos parezca” que están bien o que son correctas, pues recordemos que no lo conocemos todo, ni en la particularidad de cada cual ni en el conjunto social. La Belleza de las cosas está también en la mirada del observador; es posible que alguien observe una obra de arte con admiración y otra con desprecio; en cualquiera de los dos casos es la mirada de aceptación neutra la que “libera” o “no contamina” con juicios la presencia de la obra en la vida del espectador. Un juicio severo o sentido en algún rasgo puede responder al despertar de algún recuerdo doloroso, y un juicio de elogio o admiración puede responder a un deseo de posesión; nunca está claro cual es la información que se oculta tras la información tangible que los sentidos directos revelan. Tampoco hablamos de ver las cosas con frialdad o con indiferencia, hablamos de aceptarlas tal como son, aceptarlas en la realidad que percibimos, nos parezcan bonitas o feas, concebirlas como puntos de partida para crecer y evolucionar a lo largo de caminos que en el instante presente desconocemos.
Pensando en contextos más amplios de los que solemos contemplar, podemos ver facetas nuevas de lo que es unidad, convivencia, espíritu de conjunto e incluso de Amor. En los ecosistemas, en los sistemas planetarios e incluso en el universo a sus distintas escalas, observamos algún tipo de encanto, belleza o armonía que a menudo despierta sentimientos de admiración y deleite; en estos sistemas “conviven” o “coexisten” innumerables situaciones, eventos y entes; nos puede parecer que en muchas de ellas las cosas “salen mal”, pero lo cierto es que el sistema conjunto lo permite y da “cobijo” a todo ello, lo que podemos entender como algún tipo de aceptación, y por qué no de amor, hacia sus criaturas y las interacciones entre ellas. Si realmente no hay límites, de alguna manera somos nosotros mismos los que aceptamos las cosas que “acepta” el conjunto, lo que es una manera de ver el amor como una fuerza constructiva en el cosmos y no como un simple sentimiento, intención o pensamiento, que si bien son testigos o vestigios de ese amor mayor, no son conexiones definitivas con él. En la esencia de todo esto está el enunciado de Aloha, la Felicidad, el indicativo de que es una actitud, un movimiento de la conciencia que nace del interior y se expresa en el exterior.
Enunciado occidental: Cualquier Poder reside en el Interior.
Proverbio asociado: Cada intérprete debe encontrar su canción.
Significado del nombre: la palabra “Mana” se utiliza mucho para referirse a la “Energía Vital”, pero su significado básico es más
profundo y elevado, concretándose entre otros términos en “Poder”, “Poder Divino” y “autoridad”.
Dado que no hay límites, todo cuanto podamos concebir como externo a nosotros, visión de las cosas enraizada profundamente por la experiencia sensible, se encuentra “en realidad” en nuestro interior. Por otra parte, la experiencia sensible es un panorama superficial en el que la posición de víctima como la heroica corresponden a dos maneras de ver las cosas, estableciendo distancias y diferencias (“esto es lo que me perjudica”, “he conseguido esto otro”, …), generando desigualdad entre “nosotros”, las cosas que nos ocurren y las causas de éstas.
La revelación de que la capacidad de acción y de cambio está en el interior de los entes significa que ésta es natural de la existencia; asumir este principio como cierto se sugiere como un paso de autoconocimiento que también revela que todas las cosas son lo que son, al menos en parte, en función del ejercicio que dan a su poder, un poder o capacidad que sirve tanto para potenciar como para inhibir cualquier estado o circunstancia, significando que las cosas pueden cambiar y evolucionar por sus propios medios. Esta es una forma de “avalar” la noción según la cual la realidad es personal e interna de cada cual, y como consecuencia de ello se deduce en cierta manera que los cambios que en ella se dan provienen de este mismo interior; si en realidad “no hay nada fuera” de uno mismo, el poder para cambiar las cosas tampoco está fuera, pues todo recurso, herramienta y en definitiva todo poder, está en nuestro interior.
Del enunciado también se sigue que el poder de cambio es algo real, no algo otorgado en cierto momento, como suele entenderse al considerar sobre el momento apropiado para hacer o no tal o cual cosa. El paradigma de acción que se desprende de los principios Huna viene a asegurar que en nuestra realidad siempre existe la capacidad y la oportunidad de cambio; la capacidad expresada en Mana (sexto principio), y la oportunidad expresada en Manawa (cuarto principio).
Lo que no provee este principio es una cadena causal que permita hacer predicción al respecto de la acción, lo que dibuja una noción de cambio en una línea quizás “cuántica” donde el libre albedrío interfiere o co-crea realidad, donde la conciencia, la actitud personal ante las cosas y la mirada con la que se examinan, entran en un exótico juego de entrelazamiento donde más bien prima la calidad de la información que los datos concretos, donde la armonía y la desarmonía parecen dibujar lo que entendemos como realidad. Esta relatividad pienso se desprende más del proverbio asociado a este principio que al enunciado aforístico, lo que ilustra la relación de la visión poética personal para con la calidad de la realidad percibida; sin duda hay una relación entre la visión poética y la creatividad y libertad personales, una riqueza al servicio de la existencia, una apertura que invita a la fluidez y también, en mi opinión, una disolución de la individualidad en la realidad, la cual, si atendemos al resto de principios de los que hablamos, es obra de un orden que se nutre del contenido interior y personal del individuo, lo cual parece, pienso, que apunta a las nociones de nada, de zazen y del hoy célebre “cero”, la noción defendida por Len en el contexto de ho’oponopono moderno.
Enunciado occidental: La Efectividad indica el “Camino correcto”.
Enunciado alternativo: Toda Verdad es relativa.
Proverbio asociado: Muestra tus habilidades en su medio natural.
Significado del nombre: por razones obvias “Pono” es un término y un concepto de especial interés en nuestro contexto.
Al igual que “Aloha”, “Pono” ostenta un conjunto de significados, algunos de los cuales pueden solapar con los de “Pono”;
para éste tenemos los significados de “bondad”, “corrección”, “equilibrio” y términos equivalentes; en otra línea también significa “virtud”.
Para distinguir podemos asociar “Aloha” con las relaciones interpersonales y asociar “Pono” con cualidades personales.
Por último, el séptimo principio Huna da cuenta del espíritu práctico de la antigua cultura hawaiana. La valoración de la efectividad, corrección o completitud en el desenlace de las distintas situaciones con las que nos encontramos, sabemos que depende mucho y muy a menudo de las percepciones personales, de los planes, expectativas y exigencias de cada cual, lo que nos lleva a ver en Pono una relatividad o ausencia de conceptos absolutos y monolíticos. Es una suscripción de que lo que llamamos realidad es lo que nos “parece ser” y no necesariamente lo “que es”, pues cada uno de nosotros vivimos en una realidad personal y limitada por nosotros mismos. Cuando emprendemos una acción, la efectividad que sinceramente seamos capaces de atribuirle debe ser la inspiración para continuar con la misma idea o para cambiar a otra manera de proceder. Este principio es una invitación a no dar nada por hecho y definitivo, pues tal cosa depende del contexto y del momento; hablamos de una “relajación de criterios” constructiva en el sentido en que nos invita a confiar en el propio criterio (sincero, cabal, nuestro poder interno); es parecido a decir que el camino no existe sin la andadura.
El conocimiento del mundo natural nos habla a menudo del patrón “ensayo y error” como cierto camino de experiencia y evolución para las especies y los ecosistemas, incluso podemos entenderlo en el contexto de lo social a lo largo de la historia. Este principio llamado Pono no nos proporciona un test inequívoco con el que medir las acciones y las situaciones, pero nos habla de “efectividad”, algo que creo podemos interpretar como alineación o fidelidad a los últimos objetivos o finalidades naturales de cada cosa. En ho’oponopono se insiste en la ausencia de objetivos para con su puesta en práctica, lo cual parece alejarse de esta última apreciación y por tanto del propósito del principio Pono en este sentido; la armonización de ambas perspectivas pienso está no en alejarnos de objetivos, sino en no “gravitar” cerradamente entorno a ellos, prueba de lo cual pueden ser las numerosas situaciones en las que las cosas no nos han salido como deseábamos en un principio, pero que convenimos salieron bien en la sorpresa que la realidad o la existencia nos deparó. También habrá casos que nos digan todo lo contrario, lo que no hace más que avalar la relatividad de nuestra percepción respecto a lo que denominamos realidad, una realidad de la que somos una parte mucho más integrada y entrelazada con el resto (lo que identificamos como distinto a nosotros), lejos estamos de simples observadores o conductores en cierta posición de privilegio. Los propósitos, los objetivos, son en cierta manera el motor o inspiración de las acciones, más quizás el mensaje ho’oponopono a este respecto puede ser el de apantallar su supuesto reverso adictivo, alineándonos con su parte constructiva, faceta abierta por definición a la sorpresa, la innovación, el conocimiento y la iluminación en su más alta consideración.
El ensayo, el acierto y el error forman pues, considerándolo de esta manera, una unidad arquetípica muy cristalizada en lo que denominamos realidad, en el fenómeno del cambio y la evolución; en este sentido parece que el saber Huna concreta este conocimiento en este principio o aforismo Pono. En el libro Kybalión, al cual ya hemos hecho referencia como otro importante compendio de principios filosóficos contextualizado en una tradición distinta, se presenta la Razón como insuficiente para comprender la totalidad de la creación, más se puntualiza que debemos atención y consideración a las percepciones y valoraciones que nos proporciona. Si bien este apunte del Kybalión, como muchos otros, no ha resultado tan popular ni comentado por no formar parte de los siete célebres enunciados de Hermes, sí forma parte del cuerpo de esta interesantísima obra y pienso reviste una enorme importancia alineada, en mi opinión, con el principio Pono y en consecuencia con la tradición Huna, pues bien es lo que llamamos razón aquello que con sus limitaciones y relatividades nos informa del lo acertado, efectivo, correcto, etc.
Terminando, en su último puesto Pono viene a colmar de practicidad no sólo este sistema filosófico expuesto en siete principios, sino al proceder Ho’oponopono también, basándolo en cierta medida en la observación y la auto observación, enriqueciendo nuestra mirada ante la existencia; también en la compañía de las nociones brindadas por los anteriores principios. Estos siete principios no pretenden ser verdades absolutas, y podemos apreciar fácilmente la relatividad que impregna la exposición que hemos dado de los mismos, pero sí son, sin duda, un interesante paradigma filosófico para la reflexión y consideración personal.
Artículo de Dan Varllej
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Título: "Los principios de la filosofía Huna"
© 2018 Dan Varllej