Contacto Vídeos Arte Escritos Artículos Home

Manifestaciones de la Mandalidad

Sin ir demasiado lejos, examinando la literatura mandálica actual, lo que se promueve más del mandala es la actividad de coloreado, de la que tantas virtudes se describen; de las muchas construcciones que “se proponen” al lector para su práctica mandálica personal, no todas pero si un número considerable se alejan de lo circular y de lo simétrico, de lo regular, sin dejar de ser considerados mandalas debido al esbozo de patrón circular que exhiben, pero muchas veces por nada o poco más realmente. Esto no es ninguna crítica a la literatura actual sobre mandalas, tan prolífera y tan importante para acercar el fenómeno al público, tan estimulante creativamente.

A este respecto se ha hablado de unos años a esta parte de los Zendalas, una forma de arte personal en la que la imaginación discurre trazando formas y más formas espontáneas pero siempre en el interior de un círculo, produciendo creaciones preciosas y sorprendentes; los zendalas gozan de una aceptación importante y son naturalmente una forma de arte.

Toda esta literatura de “a pie”, todo este negocio editorial también, es la manera como esta forma de arte, el Arte Mandálico, se adentra en la sociedad de hoy e invita a todo el mundo a la osadía creativa, como una democratización del arte en una sociedad donde suele primar la “cualificación”, la “profesionalidad”, la “especialización”; es sorprendente la equiparación que puede llegar a “respirarse” en una sesión de coloreado, en la que personas radicalmente dispares pueden sorprenderse y deleitarse sólo con esta actividad a través de las, a priori, “misteriosas” y “arbitrarias” formas de un patrón mandálico. Es posible que el fenómeno editorial mandala es el medio que ha encontrado el arquetipo circular, el arquetipo mandala, para llegar al espíritu de cada uno de nosotros, inmersos en esta sociedad materialista y alejada de la espiritualidad, y mostrarnos lo sagrado de su mensaje; ciertamente puede conseguirlo mediante la percepción visual de estas formas, pues esta sociedad vive mirando, vive creando imágenes, se cree lo que ve, el aspecto de las cosas jamás fue tan importante, busca la belleza y la aceptación en las formas palpables.

Esto se puede entender como un “desprendimiento” del concepto mandala verdadero, en una vertiente despojada de su carga arquetípica para adaptarse a un entendimiento materialista y mundano de las cosas como es el nuestro en cierta medida; pero también se puede ver como una llamada a la espiritualidad a través de “lo trivial” o “pseudo trivial”, pues, se ha desvestido al mandala de todos sus componentes tradicionales, como símbolos sánscritos, imágenes de deidades y la orientación cardinal, no quedando más que el círculo, el mandala elemental, el arquetipo mandálico por excelencia, admisible y aceptable para todo el mundo, lo que nos habla de “algo que permanece”; de ahí que el patrón circular siga siendo (las más de las veces) la base para los mandalas, sean para niños, para adultos, sean temáticos, etc.

Debe sorprendernos que en una sociedad tan tecnificada como la nuestra, tan gobernada por los patrones matemáticos, no haya sido el “componente matemático del círculo” quien haya encontrado la forma de entrar en nuestro “campo visual” y en nuestras casas; hablo del famoso número Pi (π). Está claro que no estamos en este estadio evolutivo, estamos todavía en una fase extremadamente visual y es el círculo (el patrón circular) “quien” hace esta tarea.

El Universo de Sengai

A ello se adelantó, en mi opinión y en una posible lectura de los hechos, el maestro budista japonés Sengai (1751-1837) con su obra conocida como El Universo (figura 1). Esta obra gráfica, esta tinta tradicional Zen, se revela en el trazado de un círculo, un triángulo y un cuadrado (en horizontal, vistos de derecha a izquierda). Ampliamente comentada, mi modesta interpretación hace referencia a la situación del ser humano en la existencia: cada una de las figuras mencionadas es un mandala en sí misma, de los mandalas más sencillos que podemos imaginar y de los más arquetípicos. El cuadrado habitualmente encaja con el símbolo de la materia, de lo sólido, y estoy de acuerdo en que es una de las ordenaciones naturales que nos encontramos en ella, más no se me revela con vibraciones de solidez e indestructividad como a menudo se menciona, ya que el cuadrado se puede plegar y quedar convertido en una línea; será quizás este el doble filo de la materia que aparece y desaparece junto a la energía como ha revelado la mecánica cuántica?, no dejemos de lado esta interpretación.

De sus acompañantes, el triángulo si se me revela como lo más sólido, pues el triángulo no puede ser deformado sin variar uno de sus lados, es la figura más indestructible, de lo que se sirve profusamente la ingeniería. En este caso simbolizaría lo material con más atino que el cuadrado no? pero estamos en un contexto mandálico, donde creo yo el cuadrado simboliza al ser humano, material y flexible (en sentido metafórico), y perecedero (como el cuadrado que puede ser reducido a una línea); el triángulo, a continuación, es la naturaleza y propósitos trascendentes de esta situación material y sensible hacia lo superior; la rigidez del triángulo nos habla de esta condición natural e intrínseca, ineludible, a la vez que invencible, pues el vértice siempre apunta hacia arriba, es el camino de todo ser, necesario a la vez que voluntario y sin marcha atrás. E intersectando al triángulo se encuentra el círculo, símbolo de lo infinito, único, nada, vacío, a lo que nos lleva este proceso natural en el que nos encontramos.

... ... ...

La mandalidad también se puede encontrar en formas o arquetipos no visuales, y el Universo de Sengai creo que es un ejemplo: la construcción se ordena con un propósito, un mensaje dirigido al observador; encripta algo. No parece mostrar simetría visual, ni patrón circular, y si que podría parecer un yantra realmente, aunque entonces el propósito de su elaboración seria un uso mágico. Es sólo en el sentido expuesto una verdadera mandalidad: en relación a la idea que ordena todo el conjunto.

La Escritura

En el ámbito de la escritura, un Kanji japonés (o chino también), también es una mandalidad, dado que siempre expresan una idea en forma esquemática y posteriormente organizada en atención a unos trazos determinados para uniformizar la metodología; se dice que son ideogramas, por ello podemos decir que son mandalidades, pues tras ellos hay un objeto o idea que los inspira, hay un centro (en “lenguaje mandálico”), sin necesidad de simetría visual; la mandalidad en este caso es abstracta y el kanji es una posible concreción geométrica, pues bien el ideograma pudiera en su día haberse gestado de manera muy distinta, resultando otra mandalidad más.

Las letras sánscritas, hebreas, o las del griego antiguo, así como los jeroglíficos egipcios, se asume en sus tradiciones correspondientes que se trata de entidades arquetípicas de origen divino, ideadas por fuerzas suprahumanas, entes a los que se atribuye diversos poderes y cualidades. Esta consideración, tan trascendente en su origen, distingue cada letra del mero concepto de “signo”, forma ideada de manera arbitraria con finalidades prácticas o intelectuales; en unos casos las letras (y las escrituras) son dadas por una divinidad, en otros son extraídas o emanadas de los dioses.

Cada letra se podría entender como una mandalidad cuya razón de ser en este sentido, su centro, su esencia arquetípica, está más allá de toda comprensión mundana, pues no son construcciones o invenciones humanas si no emanaciones naturales de los planos divinos. Otra vez estamos ante la cualidad de mandalidad en la naturaleza de “lo abstracto”, que si bien en ocasiones exhiben simetría geométrica, belleza y un encanto fascinador, no parecen mandalas tal como los entendemos hoy, pero si pienso que podemos hablar precisamente de mandalidades.

Muy interesante es el hecho de que, en general, los grandes maestros no nos han dejado textos escritos; suele leerse en las distintas tradiciones lo que cierta divinidad o ente sobrenatural dijo a alguien, La Palabra es lo importante y la Escritura es lo que nos acerca a lo que “se dijo”, lo que queda de aquella enseñanza. Si las letras son los pilares de esta escritura es lógico que revistan una calidad más cercana a lo divino que a lo mundano en este contexto; así en el terreno creativo, un mandala o una mandalidad, pueden representar realidades pertenecientes a la multiplicidad, “emergiendo” a través de la expresión de sus creadores. Cada trazo, cada elección de color, de número, de simetría, etc, es una pequeña verdad materializándose para la contemplación de todos.

Los Fractales

Hay un tipo muy especial de objetos llamados Fractales, entes del cuerpo de doctrina matemático conocido como Geometría Fractal, figuras que pueden ser curvas planas o superficies de más dimensiones que en todos los casos reproducen sus patrones característicos una y otra vez a lo largo de su extensión y en todas las escalas. Desde su descubrimiento se han encontrado muchísimos fractales, y de hecho gozan de una gran popularidad como objetos matemáticos y también como objetos artísticos.

El caso es que esta repetición de una geometría concreta se puede asimilar a un tipo de simetría, un fenómeno que se conoce como Autosimilitud, y ello concede, en mi opinión, el estatus de mandalidad a este tipo de objetos tan enigmáticos. Algunos de ellos muestran un patrón claramente circular, o sea mandálico, y se han hecho muy conocidos; son el Conjunto de Mandelbrot y el Conjunto de Júlia, y también la “Isla Triádica de Koch”.

Estos objetos pueden servir como patrones de tipo mandálico circular para realizar mandalas y mandalidades, pero esencialmente, se trata de objetos que se encuentran en ciertos límites matemáticos, son realmente inalcanzables físicamente, en realidad habitan en el mundo de las ideas, en el mundo conceptual de las matemáticas; para mí son mandalidades en toda regla, desde luego, pero tan abstractas que resultan “intocables”, llegando con ello a un grado de abstracción conceptual elevado y “selecto”; creo que llegar a relacionar fractales y mandalas dista mucho de ser trivial, concluyendo que relacionar ambos campos (matemática y mandalas) “avala” la Mandalidad como cualidad y contribuye a afianzar el concepto.

La Banda de Möbius

Este interesante objeto de la geometría es una superficie de cara única a pesar de “girar” o extenderse en nuestro espacio tridimensional. Las figuras 2 y 3 muestran dos ejemplos modelo de esta construcción.

En mi opinión la Banda de Möbius es una mandalidad, quizás peculiar pero con derecho a esta consideración. Para comprenderla imaginemos una tira de material flexible (cartulina, plástico), con una anchura más bien moderada comparada con su longitud. Si unimos los dos extremos generamos o formamos un objeto distinto parecido a un brazalete, como un cilindro “bajito”. Estaremos de acuerdo en que el objeto resultante tiene dos caras: una interior y otra exterior, como también las tenía la tira original; también vemos que las dos caras son equivalentes en el sentido de que la exterior podría haber sido la interior y viceversa, simplemente uniendo los extremos de la tira original en un sentido u otro.

Si en lugar de unir las dos tiras de la manera “natural” que hemos descrito, lo hacemos girando (antes de la unión) una de ellas 180 grados (media vuelta), el resultado cambia completamente: se obtiene un objeto con sólo una cara y un contorno, lo cual puede comprobar cualquiera coloreando a la vez que siguiendo el objeto. Este “exótico” objeto se conoce como Banda de Möbius. Entre las numerosas propiedades geométrico-matemáticas que se conocen de este ente, destacaría su no orientabilidad (en sentido matemático); el cilindro-brazalete que hemos imaginado antes era una figura orientable, era una sencilla mandalidad, pero la sencilla maniobra con la que hemos dado con la Banda de Möbius cambia las cosas por completo: un recorrido completo a través de la banda nos cambia la orientación de la que partimos, lo que no deja de ser sorprendente.

En mi opinión actual, que como todas puede cambiar, la Banda de Möbius es una bella mandalidad; no es el único objeto con comportamientos de este tipo y creo que no es usual este tipo de descripciones en el contexto mandálico; si bien se dice que hasta el Universo es como un gran mandala (yo diría más una mandalidad), y precisamente del Universo no está claro a día de hoy cuál es exactamente su geometría, considerar la Banda de Möbius como una mandalidad es de lo más plausible. Así mismo podríamos valorar respecto a otros entes que no voy a exponer ahora, como la Botella de Klein, las Curvas de Peano o los Polvos de Cantor, por dar unos ejemplos.

Relatividad y Sutileza de la Mandalidad

La mandalidad de las cosas puede ser muy sutil, puede estar oculta, puede ser muy discutible, incluso arbitraria. Los ejemplos que se han dado aquí tan sólo llegan a esbozar la posibilidad de que “mandalidad” sea un concepto sólido, concepto del que la “naturaleza geométrica” del mandala, incluso del tradicional, no es más que un caso particular. Yo creo que merece cierta atención filosófica al menos, y admito un posible exceso de apoyo en los entes matemáticos, una deformidad preferencial difícil de pasar por alto. Sin embargo, como no vamos a apreciar mandalidad (o sea sentido, esencia, significado, mensaje, ...) en objetos como los Fractales?, que nos hacen preguntarnos sobre la Infinitud y la naturaleza de la Dimensión, o la Banda de Möbius?, que nos cuestiona las relaciones del Espacio consigo mismo, además de proporcionarnos bellos y espléndidos espectáculos geométricos.

Pero las posibilidades también van más allá, la mención a la escritura hace alarde de ello; las letras sánscritas se pueden considerar mandalas (yantras) en sí mismas; cómo no vamos a entenderlas como mandalidades?, pasamos por alto con ellas la condición de simetría geométrica que a menudo buscamos en los diseños mandálicos, lo que es un paso de abstracción importante para apreciar la mandalidad de las cosas en más contextos, como en el Universo de Sengai y el arte en general.

En este punto se podría hablar de que mandalidades lo son todas las obras de arte posible, pues se entiende que hay un propósito en ellas que “las centra” a su manera, les da razón de ser; llegados aquí hemos dado pues una vuelta razonando de esta manera, pues podemos considerar que estamos en el punto de partida en el que intentábamos distinguir lo que es mandala o mandalidad del conjunto de formas artísticas, cierto; esto es la mandalidad de las cosas, la mandalidad de nuestro razonamiento en torno al asunto; ahora es más difícil que antes expresar lo que es exactamente mandalidad, pero sabemos que hemos organizado una serie de datos y que hemos esbozado una serie de ideas interesantes entorno a algo: si hemos vuelto al principio algo nos ayudó a ello, y ese algo es el centro, un mandala muy interesante creo yo, no es un mandala que se contemple en un dibujo pero si es un mandala que hemos vivido. Esto es la mandalidad de las cosas.

Artículo de Dan Varllej
Prohibida su copia
Todos los derechos reservados
"Manifestaciones de la Mandalidad"
© 2012 Dan Varllej

(1): El Universo,
tinta Zen de Gibon Sengai

(2): Cinta de Möbius

(3): Banda de Möbius

• © Dan Varllej • www.danvarllej.com • Aviso Legal